jueves, 18 de marzo de 2010

MAQUILLAJE Y MODA

Me pide Elena, redactora de moda de TELVA.com, que escriba "algo" sobre maquillaje y peluquería como complemento a un reportaje que está preparando sobre lo que nunca deves ponerte si quieres serla invitada oficial. No ha terminado la frase y me viene a la mente un amigo al que veía mucho una época en que a mis conocidos y parientes les dio por casarse. Es un tío bastante educado y generalmente cariñoso pero, sábado sí, sábado no, se resistía a callarse y soltaba su perla: ¿por qué las tías os curráis tanto poneros feas para las bodas? Toma ya... Hasta que me acostumbré y, sobre todo, hasta que entendí el sentido que él daba a la expresión "ponerse fea" todas y cada una de las veces me quedaba planchada y con ganas de huir a mi casa corriendo. Con el tiempo entendí que lo que mi amigo quería decir era: "si siempre llevas el pelo con tu rizo natural, o bien suelto o mejor o peor recogido, ¿a qué viene ese alisado japonés con el que no hay quién te reconozca? o ¿por qué te has pintado como una puerta si tú eres la típica a la que se le pueden contar las pecas?" Claro que él nunca hubiera sabido detectar la sutileza de esos errores estilísticos pero, en definitiva, su point venía a decir: "por favor, no te disfraces". A lo que yo añado: "sobre todo si el disfraz empeora claramente tu aspecto habitual". Amigas, reconozcámoslo de una vez. Si no eres de natural sofisticada, es un error arreglarte como si fueras a posar en una alfombra roja sólo porque es una boda. Nunca más planes del tipo "como me he comprado un vestido con rollo oriental, me pinto como una geisha". Ni-ha-blar. El riesgo de equivocarte estrepitosamente es demasiado alto. Vale... no penséis que soy una nazi. A todas -incluída a mí- nos gusta planear estilismos y trabajarnos una buena imagen pero no debemos olvidar que -más importante que los dictados de la moda o la circunstancia bodil concreta- es respetar la propia personalidad y ser siempre la mejor versión de una misma. Parece que con la ropa es un poco más fácil; no solemos empeñarnos en lucir algo con lo que no nos vemos, pero entonces ¿por qué tanto atrevimiento con la belleza? ¿Por qué, por qué, por qué estos bucles que te cuestan tres horas en la pelu -por no mencionar una raya en la VISA- si tu pelo liso es precioso? ¿A qué vienen esos ojos embadurnados que se matan con tu cara de muñeca? ¿Cómo te atreves con esa flor de folclórica si se da de tortas con el esmoquin crudo que te has calzado? En fín, hay mil críticas que me gustaría vomitar en este blog para intentar cortar de raiz estilismos nefastos pero no quiero que nadie se moleste y, sobre todo, intentemos seguir la máxima "ande yo caliente..." Además, creo que, más que en la ropa o en el maquillaje, donde solemos encontrar despropósitos absolutos es en el peinado. Desde hace años, veo demasiadas mujeres con complicadísimos moños rematados con las puntas de la melena disparadas misteriosamente hacia fuera creando crestas como de gallina capaces de estropear el estilismo más cool. ¿Moños? Sí, por supuesto. Pero si puede ser con la mitad de laca, mejor. Y esta moda de recoger el pelo bien alisado para luego soltar un par de mechones rizados a los lados de la cara está completamente desfasado. A partir de hoy, terminantemente prohibido. Si quieres un plus de naturalidad, sea boda de mañana o de tarde, puedes hacerte una coleta. No hay que tenerle miedo, puede llegar a ser muy sexy, incluso sofisticada. Altísima y tirante o baja y con raya a un lado, ¿por qué no? Ah, y una advertencia sobre los tocados: se llevan un montón y algunos nos encantan pero, por favor, péinate. Da igual cómo: con la melena pulida y sujeta debajo del tocado, con coleta, semirecogido... Pero eso de llenar la cabeza de bucles artificiales y soltar el tocado en la frente o en mitad de la cabeza, el pobre lanzado a su suerte... no. Igual se me está yendo la olla, me gustaría saber vuestra opinión. De momento, os dejo unas cuantas de las peores cosas que me ha tocado ver en una boda:
1. Horquillas repletas de strass a plena luz del día en una boda en el campo.
2. Tocado de seda salvaje con gran pluma de avestruz con el pelo suelto y enmarañado.
3. Mechones de colores a modo de rastas.
4. Uñas negras en manos y pies en una boda de mañana... ¡y con un vestido celeste! Por lo visto iban a juego con los complementos... negros.
5. Conato de moño de geisha y pequeña boca color carmín a juego con un (todo hay que decirlo, precioso) kimono.
6. Uñas naranjas a tono con el vestido, zapato, chal, horquilla, collar, pulsera... Mejor me callo.
7. Tocado de espigas con ramillete de romero en una boda de noche bajo techo en un salón de un hotel en el centro de Madrid.
8. Pequeño tocado negro en forma de sombrero de copa con redecilla en una boda a mediodía frente al mar. Desgraciadamente, esa era yo. Que para errores estilísticos, los míos :-)

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